Crónica de un viaje escrita durante la cuarentena.
Las Jennifers del Estero
Crónica de un viaje escrita durante la cuarentena
“El héroe,
por lo tanto, es el hombre o la mujer que ha sido capaz de combatir
y triunfar
sobre sus limitaciones históricas personales y locales
y ha alcanzado las formas humanas generales, válidas y normales”.
y ha alcanzado las formas humanas generales, válidas y normales”.
J. Campbell,
“El héroe de las mil caras”
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"América invertida" - Joaquín Torres García |
¿Somos conscientes de la libertad
que tenemos y de que somos tan poderosxs juntxs? No me refiero a la libertad
liberal, romántica y mentirosa, en la que ni siquiera creo. Hablo de la libertad
de poder elegir, siendo conscientes de que los privilegios existen porque este
sistema es injusto aunque nos quieran hacer creer que el sur es abajo. Y
también de la libertad de poder abrazarnos, y saber que podemos ir un poco más
allá, porque no estamos solas, porque estamos juntas y porque nos tenemos. Como
nos pasó a nosotras, que no claudicamos nunca, ni cuando estamos en receso.
Fijesé usté que quisimos irnos de
vacaciones, y empezamos deseando una semana en el NOA, diversas circunstancias
nos obligaron a recalcular y dijimos: “4 días en Misiones”. También ese plan
comenzó a apocarse por una crisis general de la que no podíamos escapar y
estábamos a pasitos de cancelar todo. Pero sabemos que la vida es una sola, y
es hoy, entonces pensamos un plan chiquito pero posible: un fin de semana en
San Miguel y su hermoso balneario. Lo hicimos, estábamos satisfechas y felices
con un picnic en la laguna; pero nuestras almas inquietas nos hicieron caer en
la cuenta de que estábamos a menos de 30 kilómetros de un portal a los Esteros
del Iberá, pero necesariamente había que hacerlos en un vehículo todo terreno y
con un chofer experto. El Iberá para los correntinos es tan cerca y tan lejos,
tan simple y tan inmenso, tan nombrado y tan desconocido. Nosotras andábamos en
un Clío y el presupuesto no alcanzaba para contratar a uno de los transfer que
ofrecían a los turistas. Pero estábamos tan cerca, y somos tan obstinadas que
le preguntamos a todos los seres humanos que nos cruzábamos si era posible
llegar en nuestro modesto vehículo; y la respuesta era unánime: “no”.
¿Ya dije que somos perseverantes?
Sí, así somos, nos reconocemos “manijas”, nos cantamos “quiero retruco” en
todas las charlas, nos admirábamos y nos entusiasmamos mutuamente. Con ese ímpetu
que nos caracteriza, no aceptamos un “no” como respuesta final y seguimos
insistiendo. Hasta que un muchacho, a quien ”le ganamos por cansancio”, nos dio
algunos tips muy precisos para encarar el camino, pero sin garantías. Y esas
pocas palabras fueron el empujón mínimo que necesitábamos para arrancar.
A la mañana siguiente llenas de
entusiasmo y con algo de nervios (que algunas disimulábamos más que otras),
arrancamos. Solo nos propusimos intentarlo, sabiendo que si realmente el camino
era imposible, regresaríamos. Tan básico como la sal, teníamos un condimento
que parecía nos garantizaría comer bien: la conductora tenía mucha confianza en
lograrlo (basada en observaciones de experiencias ajenas y en pseudo-antecedentes
nivel preescolar, pero era algo). De todos modos un plato de fideos con sal no
es lo mismo que un plato bien condimentado, con ingredientes variados,
atrevidos y que combinen entre sí armando tremenda salsa.
A simple vista el camino parece
inofensivo, no hay barrancos, ni grandes rocas, ni curvas pronunciadas, es lisa
y llanamente un camino, pero muy arenoso, digno del Dakar. Para empezar
seguimos las instrucciones que nuestro amigo (más bien de la victima de nuestra
tozudez) nos había dado y nos metimos en el patio de una casa evitando una
parte complicada, luego cruzamos el
camino arenoso y embocar las ruedas izquierdas exactamente a 23.876543 centímetros
del camino principal -o algo así-. Todos estos movimientos eran rápidos, sabíamos
que al primer vacilo el auto encallaba en la arena, así que cada victoria se
festejaba como si hubiéramos llegado a la cima del Everest. A los pocos
kilómetros, tuvimos que salir de la arena que cada vez era más pesada y difícil
y meternos en la entrada de un bosque de pinos que bordeaba el camino a nuestro
destino, el “Parque Nacional Iberá”. Ahí frenamos, bajamos, hicimos cálculos y
todo parecía muy difícil, empezaba a producir sentido todos los “no” que
habíamos escuchado; los ánimos decaían, estábamos a pasitos de decidir volver. ¡Pero
seguimos!!! Unos metros por entre los
pinos, pero luego salimos porque tampoco era cosa muy simple manejar allí. Al
poco tiempo encallamos en la arena que hizo tope con la parte baja del auto y
ya no lográbamos ni meter los cambios.

Realmente fue atravesar un portal
(no sólo el “Portal San Nicolás”), nos sentíamos un poco “Thelma y Louise” pero
también fuimos Atreyu pasando ileso por entre las Esfinges para llegar a
Fantasía. Nos transformamos de una manera inexplicable, hicimos el camino del
héroe movidas por el Deseo y seguras porque Nos Teníamos entre nosotras.
Muy fuerte que haya sucedido justo antes de que
este maldito virus nos mande a guardar. Cuando los turistas alemanes se fueron
y nos encontramos solas en esa inmensidad: corríamos, gritábamos, reíamos y nos
ABRAZABAMOS. Es muy difícil poner en palabras lo que fuimos sintiendo, pero
sabemos que eran sensaciones compartidas, era emoción. Allí no había infraestructura,
ni señal de celular, ni garantía de poder volver sin ayuda; no había nada, pero
había todo.
hermoso escrito, emocionante, me trajo recuerdos de viajes asi, imposibles de olvidar para el resto de la vida.
ResponderEliminarGue casi lloro. Grande Alegría!
ResponderEliminar"GENIAS TOTALES" experiencia que aun pasados muchossss años, no olvidaran!!!
ResponderEliminartransmitis tanta emoción en tu relato Naty,
ResponderEliminarque sentí que yo también estaba alli