Crítica de "El Rastro. Tras las huellas de Isidro Velázquez" y entrevista a Toño López


El rastro. Tras la huella de Isidro Velázquez, es un unipersonal que cuenta la historia de Isidro, un peón rural correntino asentado en Chaco. Parafraseando la sinopsis, es un padre de familia, un trabajador al que la policía busca sin descanso. Como se crió en el monte se mimetiza con la fauna y la flora como un camaleón volviendo loca a la policía que no puede cazarlo, es escurridizo, invisible. La de Isidro es la historia de un bandido rural que se transforma, primero en leyenda por inalcanzable y en santo popular por realizar milagros después. Una historia de rebeldía ante la injusticia y la pobreza.

Recordemos que Isidro Velazquez nació en Mburucuya en 1928 y en 1949 su familia emigró a Resistencia (Chaco) y luego a Lapachito porque allí se instaló un aserradero de otro correntino, el curuzucuateño Hortensio Quijano que sería vicepresidente de Juan Domingo Perón.

Desde 1961 comienza una serie de delitos y la consecuente persecución policial que culminó el 1 de diciembre de 1967 cuando es muerto en un enfrentamiento con una partida policial.

El personaje de Isidro lo encarna Toño López, actor chileno radicado en Paraná (Entre Ríos), es parte del grupo de Teatro del Bardo, quienes la producen. De la vasta lista de obras del grupo, aquí desde Corrientes, corazón del NEA, un poco en gira y un poco por streaming, (fruto de la pandemia), hemos visto dos tercios de la trilogía de terror rural “Fronteras”. La primera fue El cruce, la historia de tres hermanos –uno de ellos López- que escapan por el monte, y la segunda Testigo, una de terror rural también protagonizada López donde "un hombre ve y cuenta, cuenta cuentos, cuenta solo con él y con el monte…”. Desde este pequeño bagaje espectatorial del trabajo de López y escribiendo al lado de una ventana que da al monte, al que miramos con respeto y disfrutamos pero desde afuera –igual que a un actor sobre un escenario- es que nos paramos a pensar estas líneas.

Isidro se vale de su cuerpo y sus destrezas para hacer de animal, hacer de monte. Toño, como Isidro, se sumerge en otros paisajes, impulsado por la necesidad de sobrevivir. Tienen algo en común, su única e indispensable herramienta para sus cometidos es su cuerpo. Este cruce entre ambas historias puede tejerse con el hilo del teatro pobre de Grotowski, un teatro que puede existir sin ningún artificio, tal como va haciendo existir al monte, a sus animales, a los personajes a los que López da vida en El Cruce, en Testigo (…) y en El rastro.

Los santos populares son personas muertas que trascienden y que, para quienes los veneran, están por encima de lo humano, como Isidro Velázquez, el Gauchito Gil, y tantos otros. Grotowski pensaba como un actor santo, a aquel que busca la autorevelación (opuesto al actor cortesano, quien busca gustar y se alimenta del público). El actor santo ofrece su cuerpo y el público es testigo de esa transformación, y esa experiencia atraviesa al espectador y de alguna manera también lo transforma. El héroe popular devenido en santo. Isidro se entregó al monte y actuó como si fuese original de allí, sin dejar huellas. Toño pone a su cuerpo al servicio de la actuación y genera huellas del monte en la imaginación de los espectadores. Somos testigos del paisaje solamente viéndolo actuar -con una destreza y entrega admirables-, con vestuario atinado, un tronco, una bandolera, un buen diseño de luces y no mucho más.


Vimos El rastro. Tras la huella de Isidro Velázquez en el mes de octubre en una primera gira que realizó por Chaco y Corrientes, luego obtuvo el segundo lugar en la Fiesta Provincial de Teatro de Entre Ríos, y en vísperas de su regreso a la región para presentarse en el “Festival Breve” que se realizó entre el 9 y 12 de diciembre en Resistencia (Chaco), en la radio de la Universidad Nacional del Nordeste conversamos con Toño López.

- Que te trajo a la Argentina y específicamente cómo llegaste a Entre Ríos.

- Yo soy del sur chileno, de Valdivia, y allá integraba una compañía que se llamaba “Teatro Luna”, que era un teatro itinerante. En la década de los ´90, desde el 93 en adelante empezamos a recorrer la Patagonia y armamos un circuito con grupos del sur de la Argentina, y ellos iban a Chile y nosotros podíamos venir; y hacíamos Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y a partir de eso en el 2000 el grupo de Chile se reventó y yo quedé medio ahí dando vueltas y me dije “¿por qué no voy a la Argentina a dar una vuelta por la Patagonia otra vez? ya que tengo muchos amigos y contactos” y llegué en el 2000 sin sabes lo que estaba pasando en la Argentina. Llegué sin nada de información a trabajar a una Cooperativa de trabajo artístico en Rio Negro y ahí comenzó toda la aventura. La situación de la Cooperativa era complicada y me dijeron “no hay trabajo amigo… manejate”, y arranqué con los trabajos unipersonales para salir a trabajar solo. Viví muchos años en el sur, en Chubut, en Río Negro, en Neuquén y después me mudé a Santa Fé y Paraná por los circuitos teatrales.

- ¿Cómo llegas al NEA y te enganchas con la historia de Isidro Velázquez?

- De tanto viajar al Chaco a presentar espectáculos, escuché esta historia, primero por el chamamé y después con gente de ahí que me empezó a contar esto, y la verdad que me “partió la cabeza”. Empecé a investigar sobre esta historia, a navegar en el universo de los bandoleros y me encontré con que historias como la de él hay en todos lados, pero exactamente la de Isidro era muy especial por toda la mitología que se había armado sobre el personaje, esto de hacerlo Santo Popular, esto de robar para el pobre -que no era robar sino devolverle lo que le habían quitado-, toda esa idea de justicia me enamoró, me encantó y empezamos a investigar. En el camino nos fuimos dando cuenta que estamos a casi 3000 kilómetros de distancia del lugar donde yo nací, me crié y me formé, pero lo mágico era que historias como la de él hay en todos lados: en el sur de Chile hay una familia entera de bandoleros, eran seis hermanos, los Pincheira, bravísimos también. Así fue como fuimos elaborando El Rastro, yo intenté algunos borradores e ideas de lo que es el espectáculo ahora y se lo llevé a un amigo que escribe y lo enganché, él se copó y empezó a investigar más todavía y elaboró el texto. Después fueron meses de encierro, como siempre en una sala, de buscar y ver cómo contar esta historia que es un extracto de la historia de Isidro.

- ¿Esta obra se escribió en pandemia o fue un proyecto anterior?

- Fue justo ahí en la pandemia, de hecho yo estaba en Resistencia cuando se declaró el cierre de todo y tuve que salir rajando de Resistencia que estaba girando por ahí. Y ya tenía la idea, tenía la historia, ya estaba en camino. Así que todo el trabajo de sentarnos, muchas veces clandestinamente con la excusa de ir al supermercado, me iba a la casa de él a escribir.

- ¿Qué teatralidad encontraste en el personaje?

- En mi forma de trabajo con el grupo de Chile siempre fuimos muy fanáticos de los actores que se abichaban, porque trabajábamos y pensábamos que el actor trabaja con su entorno, con los sonidos del monte, allá también somos todos de monte. Y me encantó esa parte de Isidro, que se había criado en el monte, que venía de una familia numerosa y que el hambre lo empujó al monte y se crió como bicho. Hay un par de frases en el espectáculo que a mí me surgieron como disparadores de que empezó a imitar a los animales, agudizó sus sentidos, aprendió a andar en la oscuridad, todo ese tipo de detalles del personaje, me fueron encantando. Yo ya tenía un trabajo físico encima que tenía un parecido, habíamos jugado con sonidos de pájaros, con el actor y su cuerpo como elemento, con abicharlo, entonces justo se fue dando esta fusión, la magia del personaje y el trabajo que ya tenía el actor de formación.

- ¿Cómo podríamos explicar lo que es el teatro físico?

- Yo lo fui descubriendo, como que se le fue poniendo apellido a lo que para mí era teatro nomás. Mi formación fue desde lo físico, todos los espectáculos que hacíamos en Chile eran físicos, sin elementos y todo basado en el entrenamiento de los actores, así que yo no puedo encarar ningún espectáculo sin prepararme antes físicamente, necesito como ponerme en condiciones para encarar un proyecto. Y eso hice: me encerré unos meses solo, entrené mucho y fui pensando, imaginando cómo relatar esto, y que el actor sostenga esos 40 o 50 minutos con el nivel de energía necesario, que no se canse, que hable bien.

- Estamos hablando de un personaje que tiene muchas aristas, es un hombre que está perseguido, es un hombre que es probable que tenga algunos temores, pero es corajudo también, ¿cómo se trabajan todas estas situaciones desde el teatro?

- Acá tiene estos dos matices, tiene esa cosa de hombre fuerte, pero a la vez hay un par de escenas, una parte de su historia que se nos muestra como un hombre muy sensible. Porque no olvidemos que él era un tipo común y corriente como todos los trabajadores del campo, que trabajaba en la Cooperativa de la escuela y fue siendo hostigado por la ley y se fue convirtiendo en lo que fue después, pero él siempre tuvo una sensibilidad especial como padre, y bueno era difícil ir encaminando eso, pero teníamos la confianza de que nos sostenía mucho el texto, la dramaturgia que habíamos elaborado fue contundente para ir mostrando esa sensibilidad del hombre.

- ¿El dramaturgo es de la zona?

- Si, es de acá de Paraná.

- Pienso en el tono, ¿es neutro?

- Y fue un tema eso, porque nos fuimos encontrando en el camino con que teníamos un actor chileno, y que cuando actúa y está en su más puro estado se vuelve más chileno. Tuvimos que ir jugando con eso. Yo escuché un par de señores hablando en el Chaco y me quedaron esos tonos y sonidos en el oído y fui -no imitándolos- pero yendo hacia ese sonido, a esa forma de hablar en la que casi no abra la boca, pero que habla fuerte y contundente.

- ¿Es un Isidro o que mira para adelante o que mira para atrás?

- Yo creo que mira para delante, creo que es necesario mostrar lo que pasó y contarlo pero ir hacia adelante.

- En la obra aparece mucho de tu propia historia en paralelo a la de Isidro, ¿te ves muy identificado en él?

- Si eso fue un buen hallazgo porque como decía nos encontramos que teníamos un actor chileno, entonces fuimos probando y casi fue una improvisación que al final quedó, donde yo explico que soy del sur que me separan casi 3000 kilómetros del caliente Chaco con mi fría Valdivia. Entonces nos pareció valioso que el actor salga y explique en carne propia de cómo nos llegan esas historias, que nosotros somos un camino de comunicación nomás, yo me paro ahí adelante a contártela.


Ficha técnica

​Actúa: Toño López
Dirige: Gabriela Trevisani
Dramaturgia: Belisario Ruiz
Objetos: Edgardo Lara y Laura Sosa
Diseño de luces: Gabriela Trevisani
Operación Técnica: Alejandra Florenza
Vestuario: Dani Rudel
Diseño Gráfico: Nati Hallam
Producción general: Teatro del Bardo


Esta entrevista realizada por Carlos Lezcano y Natalia Schejter se publicó el 18 de diciembre de 2021 en Mateo - Medio Argentino de Teatro Online



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