El hambre no sana con palabras - "Batir de Alas"
Batir de Alas es la historia de una madre y sus dos hijas. Una de ellas, la que les garantizaba al grupo familiar el alimento de cada día, se fugó. La que queda, discute con su madre hambrienta sobre el (improbable) regreso de su hermana.
El texto dramático es de Gilda Bona y la puesta en escena es del grupo Borde, quienes representaron a la provincia de Chaco en la última Fiesta Nacional del Teatro que se realizó en La Pampa en octubre. Quimey Castillo Oviedo y Jessica Zaloqui muy bien dirigidas por Lucas García, crean una atmósfera poética en la que entramos sin entender del todo el conflicto, pero a pura expectación.
Pude verla en un lugar nuevo en Santa Ana de los Guácaras, “La
Embajada”, una casa quinta devenida en espacio cultural que acoge múltiples
manifestaciones culturales. El espacio que ofició de sala teatral tiene puertas
y ventanas de doble hoja con celosías, que se amalgamaba perfectamente con el
espacio de la escena, por donde esperan que regrese la mujer en fuga, y a través
de las cuales podemos imaginar un viejo paisaje semi rural de pueblo correntino,
similar al espacio diegético donde habitan las protagonistas.
Las actuaciones sólidas y atrapantes nos mantienen como el
texto, en un fino límite entre la conmoción y el extrañamiento, entre el goce y
la angustia. El vestuario - que aparentemente
pretende connotar pobreza-, está confeccionado con retazos deshilachados, tal vez demasiado
prolijos para el caso. Las actrices organizan el espacio vacío con una silla y
un vestido que funciona de altar, pero también está vacío, como los estómagos de
los personajes y su dignidad.
“Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje,
alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no
porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada
palabra dice lo que dice y además más y otra cosa”. Escribió Alejandra Pizarnik
en este poema titulado “La palabra que sana”
María, la madre, escucha a una virgen que no ve pero que le
da esperanza prometiéndole que Marita, la hija en fuga, ya regresa. Elva, la
hija presente y presa de su madre déspota, es un poco médium, portadora de la
voz de los personajes que no vemos en escena. Es la palabra cruda, la que “dice
lo que dice…” y además hace las veces de traductora -de la metáfora al realismo
crudo-, la que explica esas “otras cosas” en un intento por sacar a la madre del
delirio desesperado que le provoca el hambre. Una obra que ensaya muchas formas
de decir, pero el hambre no se sana con palabras.
Ficha técnica:
Dramaturgia: Gilda Bona
Actúan: Quimey Castillo Oviedo y Jessica Zaloqui
Dirección: Lucas García
Asistencia: Rebeca Biglia
Vestuario: Emilia Velasco
Maquillaje: Angelina Carissimo
Producción: Grupo Borde
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