Una experiencia clown de la mano de Maru Guiot
¿Qué tiene el clown de seductor?
Provoca ternura, porque es transparente. Provoca risa,
porque es honesto, descontracturado. Y tal vez la risa es un gesto catártico de
nuestros yos ocultos que
quieren salir a jugar con lo que sucede en escena.
A mí me seduce hace años, y en una lucha mano a mano con el pudor,
ganaron las ganas y encontré la excusa perfecta: pasar por el cuerpo algo de teoría
y entender mejor. Vino a Corrientes, Maru
Guiot a dar un taller de “Clown
Cabaret” y me sumé. Ella es española y hace 7 años que vive en Formosa
donde desarrolla y enseña clown. También aprovechamos su llegada a Corrientes
para entrevistarla en la columna semanal sobre teatro de “Todos los vientos” en
Radio UNNE.

El taller es una mezcla entre ambos géneros, un equilibrio y
Maru aclara: “el cabaret es una excusa para que las personas que vienen a hacer
clown encuentren cosas y salgan de su zona de confort”. Trabajar con el clown
es darle lugar a la vulnerabilidad y permitirse mostrar todo lo que normalmente
tendemos a ocultar detrás de las máscaras sociales. Por lo tanto el taller de
clown cabaret viene a proponer una especie de segundo escape de la zona
conocida; si el clown estimula el papelón y busca el propio ridículo - parafraseando
a la maestra argentina Cristina Moreira-, aquel que intenta hacer de maestro de
ceremonias del cabaret, de bailarina de can can o cantar como Liza
Minnelli, vuelve a penetrar en un mundo nuevo, el mundo de la sensualidad y
provocación. Y esos dos mundos chocan en los intentos del antihéroe travieso generando
una nueva tensión.
Al respecto Maru decía: “cuando profundizas en el clown
salen muchas cosas, sale el clown seductor (…) el cabaret se presta mucho a
eso, ahí es donde el clown intenta, él quiere ser sensual, quiere bailar bien,
quiere hacer esa coreografía, a lo mejor se pone una ropa pensando que esta
maravillosa de la muerte y nada que ver (risas). Entonces ahí está el
contrapunto y la gracia también”.
Vivir esa experiencia nos hace entrar en otra dimensión, a
la que llegamos sin maquinas del tiempo, ni viajes metafísicos; es un viaje a recuperar
nuestro yo ingenuo que el vivir en sociedad logra esconder en el subsuelo de la
autocensura.
“Lo que pasa es que el clown no tiene todo esto que tenemos
las personas de la moralidad, y la cosa social. Por eso es tan divertido hacer
clown, porque todos esos mambos que tenemos nosotros, de darle vuelta a la
cosa, ellos no lo tienen. Ellos se lanzan, como le salen las cosas, no hay una
cuestión así social de pensar demasiado, al contrario, no se piensa, se hace.”
Dejar salir a ese yo silenciado, transformarlo en acción
física, tiene tanto de lúdico como de profundo, es la importancia de borrar
prejuicios con el propio cuerpo y disfrutarlo. Y se aprenden muchas cosas con
el lenguaje del cuerpo, sin necesidad de traducción.
El clown mira a través de su nariz y con los ojos bien
abiertos. Ojos que tienen triple trabajo, un circuito complejo de conexiones.
Se mira asimismo, busca su clown y lo deja salir. Mira al público y en esa
mirada se nutre, juega, sigue la corriente e invita a seguirlo, comparte con
los ojos. Y lo mejor -en mi humilde y divertida experiencia- es cuando mira al
compañero o la compañera y generan acuerdos tácitos. Buscar química y encontrarla,
es una pequeña fiesta.
Personalmente me sorprendí con la enorme y maravillosa capacidad
lúdica y verdaderamente liberadora que encontré que tengo (o tenemos) archivada.
Todo ese aprendizaje queda vibrando en
el cuerpo, y la sensación es que la profecía de Marianela Iglesia puede hacerse
realidad y “el mundo será payaso”.
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